El tutú

Un tutú es parte de la indumentaria
llevada por las bailarinas de danza clásica. Cuando este vestido
apareció en los años 1820 no se definía como tutú, este nombre le fue
dado a partir de 1881. En 1832 Marie Taglioni inmortalizó este tipo de
vestimenta: un corpiño ceñido y una falda ligera y vaporosa
confeccionada a base de varias capas que, si es larga (casi hasta el
tobillo), se llamará tutú romántico, y cuando es corta se
denominará tutú a la italiana.
El traje de La sílfide pasará a
convertirse en el uniforme, por excelencia, de las bailarinas. Más
tarde, el tutú romántico, blanco y largo, caracterizará a las bailarinas
de Giselle,La bayadera, etc.
El tutú romántico a la italiana o plato,
consiste en una faldita corta y rígida, en forma de disco vaporoso
apoyado en las caderas de la bailarina y dejando al descubierto toda la
pierna; suele ser blanco, aunque también se presenta en un variado
colorido llamativo y brillante.
La elección del vestuario de ballet para
el bailarín es un tema fundamental. Un tutú debe capturar la esencia del
ballet clásico, realzando y reflejando la belleza del bailarín. El
vestuario para una gala de danza clásica es un ritual que va más allá de
la creación de un tutú.
El concepto moderno de tutú es según la
definición que hicieran de él Balanchine y Karinska creando la famosa
frase “el tutú es como un soplo de polvo”. Balanchine es considerado el
padre del ballet clásico americano y como él, merece el título de la
madre del vestuario del ballet clásico una mujer; conocida simplemente
como Karinska. Antes del tutú Balanchine-Karinska, el tutú era más
común, más simple. Eran tutús que podían ser vistos en muchas de las
pinturas de Degas o el clásico tutú más corto.
El bordado ruso era una forma de arte muy
notoria e importante en Rusia, destacándose el de las cortinas
detalladas con colores y texturas que variaban en sus puntadas. Tenían
en general algún bordado minúsculo y fino y otros amplios y ásperos.
Éste medio artístico era la profesión de Karinska. Sus creaciones eran
tan sofisticadas y únicas, que llego a alcanzar fama como artista. Su
negocio prosperó y creó una tienda de sombreros y de vestidos antiguos.
Ya en París, una nueva compañía de ballet clásico llamada “Ballet
Clásico Russes de Monte Carlo” le solicitó la creación de los trajes
para su primer ballet titulado “Cotillón”. La coreografía estaba creada
por otro ruso llamado George Balanchine. Christian Berard, diseñador y
fotógrafo de gran renombre y prestigio, realizo el diseño y proporcionó
un una idea de lo que deseaban para el nuevo ballet; pero sería Karinska
quién expuso y creó sobre el concepto creado por Berard, modificándolo,
eligiendo la tela, la calidad y la cantidad, y decidiendo cómo sería la
magia.
Toda su creatividad fue puesta en
ejecución. Karinska, Balanchine, y Berard estudiarían cada ballet y
colaborarían en la creación de su vestuario. Con el tiempo este tema
sería dejado solamente a Karinska. Ella se convirtió en París en la
representante única de la creación de trajes para ballet. Tanto fue su
éxito que Berard creó con sus diseños varias cubiertas para la ya famosa
revista de modas Vogue. En 1932 tras la apertura de su tienda en París,
Karinska vistió seis ballets clásicos de Balanchine antes que él se
fuera definitivamente a Nueva York.
En 1936 preparo el vestuario del ballet
“Estaciones” que sería representado por los Ballet Clásicos Russes en el
Covent Garden de Londres, donde abrió otra tienda de vestidos y
bordados. Paralelamente en Nueva York, Balanchine funda la escuela de
ballet clásico americano con Lincoln Kirstein y crea el American Ballet
Company. En 1940, Karinska abre una tienda más en Nueva York.
El tutú largo, favorito de Balanchine,
era usado con frecuencia. Con sus múltiples capas de tules sin atar,
este traje se movía y flotaba cuando los bailarines saltaban. Sin
embargo los bailarines y el público no podrían ver sus piernas. Acortar
la falda del tutú era una solución y un reto, permitiendo así ver las
piernas de los bailarines completamente. El nuevo traje Balanchine –
Karinska tenía seis o siete capas de la red recolectada, cada capa era
media pulgada más larga que la capa precedente. La alineación era fluida
e inexacta. Las capas fueron clavadas con tachuelas juntas. Este era el
tutú que hacía a las bailarinas soñar con bailar. Este tutú, más que
cualquier otro, ha venido a simbolizar nuestra noción del ballet
clásico. Es el icono del ballet clásico. La unión de Balanchine y de
Karinska que hizo un estándar en la historia del ballet simbolizando una
nueva mirada en 1950.
Balanchine dijo, “atribuyo el cincuenta
por ciento del éxito de mis ballets clásicos a los trajes que Karinska
ha creado”. Los setenta y cinco ballets clásicos de Balanchine fueron
realizados con vestuario de Karinska. Ella fue una maestra establecida y
reconocida en trajes y diseños de vestidos.
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